Comprender es amar y amar es perdonar. Virtud fácil de explicar, difícil de aplicar, que solamente se logra entendiendo el mundo del otro. Si nos esforzamos en comprender, lograremos no sólo conservar, sino acrecentar nuestro amor...
Finalmente se separaron, habían convivido como pareja durante algunos años; en apariencia eran felices.
En opinión de los demás, pareciera que nada los iba a separar; pero normalmente lo que pasa en la intimidad de una pareja nadie lo conoce, pues no lo han vivido. Es fácil juzgar a los demás, pero qué difícil es entender el mundo de significados que viven.
Su relación se había convertido en una tragedia sin final, discutían por todo y cada día se ofendían y se humillaban más. El propósito era demostrar al otro que estaba equivocado y en pocas cosas coincidían. Por supuesto, sus buenos momentos cada día eran menos.
Existen, desde luego, motivos para amar, así como motivos para dejar de hacerlo. Todo es por convergencia y, con mayor o menor participación, ambos contribuyeron a destruir su relación. Al conversar, por separado, con cada uno, había que escuchar las barbaridades que decía del otro, a grado tal que cualquiera se preguntaría cómo era posible para ellos soportar tal infierno. Concluía uno que era una estupidez seguir soportando esa situación.
La última vez que los vi, hace muchos años, fue en un restaurante; los observé de lejos, sin atreverme siquiera a saludarlos; se les veía alterados, como dos gallos de pelea en un combate a muerte. De pronto, él se puso de pie, y sin más, abandonó el lugar. Ella se quedó sola, contemplando su copa vacía, y con una sentida lágrima en su mejilla.
Ambos habían querido, en su terquedad, que el otro cambiara. Tal vez los dos ganaron razonablemente la batalla, pero también perdieron el corazón. Lo que habían construido a través de tanto tiempo, finalmente lograron destruirlo. Cuando la razón le gana al corazón, se acaba con el amor, otra vez hablaré del equilibrio de las decisiones tomadas con sabiduría no con rebeldía.
Cuando la razón gana se corre el riesgo de que la lógica acabe con la ilusión, y sin más, justificando con fundamentos las decisiones, se nos olvida que la primera manifestación del amor es la fuerza, el valor de luchar con nosotros mismos por lo que amamos.
¿Por qué nos empeñamos en buscar que el otro cambie si sabemos en nuestro interior que ese deseo es para darnos gusto y no para el crecimiento positivo del otro?
¿Le gustaría que su pareja cambiara?
¿Anhela que los demás cambien para que usted esté satisfecho?
¿Seria capaz de aceptar a los demás como son, sin intentar cambiarlos?
¿Se esfuerza por entender al otro poniéndose en su lugar?
Pasados varios años, me encontré con uno de los protagonistas de nuestra historia. Me dijo: "Sinceramente reconozco que yo era el equivocado, había idealizado a mi pareja y quería que se comportara de acuerdo con mi sueño. No la amaba a ella sino a una ilusión que tenía, sin darme cuenta de que era una persona real, con potencialidades y limitaciones. Ahora sé que no estaba preparado para amarla; me faltó, lo confieso, capacidad para entender; no supe lo que para ella era importante. Comprendo ahora que si ambos hubiéramos tenido un sueño compartido, un objetivo común; si hubiéramos mirado en la misma dirección, habríamos tenido la fuerza de luchar por nuestro amor con sabiduría, respeto y prudencia. Ahora que ha pasado tanto tiempo, desearía desandar el camino y tener nuevamente la oportunidad de amar a ese ser maravilloso que por mi terquedad perdí".
Curiosamente, en días pasados me encontré con la otra parte, y escuché sorprendido cómo, a través de los años, su experiencia, se había convertido en rencor; tan agudo era su resentimiento, que no cesaba de calificar a su ex compañero de estúpido e imbécil. Me percaté de que su espíritu estaba recubierto de un material tan duro, que todo en ella hablaba de amargura; deseé sinceramente, en mi interior, que algún día pudiera asimilar sus propios errores, y tal vez, cuando ese momento llegara, pudiera también desandar el camino y reencontrar el amor.
Tal vez eso pueda o no suceder, lo que sí es real es que mientras no intentemos comprender al otro, el perdón no llegará y el amor se alejará de nosotros. Comprender es amar y amar es perdonar. Virtud fácil de explicar, difícil de aplicar, que solamente se logra entendiendo el mundo del otro. Si nos esforzamos en comprender, lograremos no sólo conservar, sino acrecentar nuestro amor.
¡INFINITO ES EL AMOR DE DIOS PORQUE COMPRENDE!