No quiero que me concedas este baile. Quiero que bailes conmigo.
Que saques a bailar mis vergüenzas, que me hagas rodar sobre mí misma y que, con ello, no sólo sea mi centro gravitatorio, sino también tu centro de atención.
Quiero que entrelaces tus dedos con los míos a ritmo de vals, que me sorprendas con una bachata o que me hagas el amor al compás de un tango.
Quiero que bailes sobre mi cuerpo rozándolo en vertical, que no me pidas perdón ni permiso y que conviertas tus preguntas en tajantes imperativos susurrados, lento y bajito, a pocos centímetros de mi oído. Porque hoy quiero depender de tu rapidez, de tu lentitud, de tus tropiezos o de tus torpes movimientos.
Hoy te concedo mi cuerpo a cambio de que el baile, me lo concedas tú. Así que no te limites a mirarme. Acércate a mí, agárrame la mano, acerca mi cuerpo al tuyo y llévate parte de mi suspiro en tu próxima respiración. Arranca mis ganas con tus labios, pasea tu aliento por mi cuello y deja el rastro de algún beso por alguna esquina de mi piel.
Y, por último, coge aire.
Que la canción, tan sólo acaba de empezar.
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