(Escribe una mujer enamorada de ese
tipo de hombre que ya no abunda)
Hay muchas cosas con las que nos podemos conformar en la vida. Sin embargo, la única cosa con la que nunca debemos conformarnos es en el amor. Nunca deberíamos conformarnos con alguien que no reconoce lo que está sosteniendo al sujetar nuestras manos o alguien que no nos recuerde todos los días lo mucho que significamos para él.
Lo que me merezco es a alguien que me
extrañe apenas salga por la puerta, incluso si sólo me voy por un momento o
apenas corte el teléfono con él. Me merezco a alguien que no crea en
cuentos de hadas, pero que sí me trate como una princesa, simplemente porque
eso es lo que soy para él.
Alguien que comparta sus pensamientos
conmigo de forma honesta, porque vamos a compartir nuestras vidas de forma
honesta juntos. Además, alguien que sepa perdonar y ser feliz, en lugar de
buscar tener siempre la razón. Me merezco una pasión que despierte
todo aquello que creía dormido en mi y que descubra a esa mujer que nunca
me animé a mostrarle a nadie más.
Me merezco sentirme amada siempre, y
nunca dudar ni por un momento de lo que siente él por mí. Me merezco ser
celebrada con ternura. Me merezco ese beso estremecedor que me haga
temblar de pies a cabeza. Me merezco alguien que siempre elija el asiento de al
lado y que nunca tenga que presumir de lo afortunado que es, porque todos
pueden verlo claramente en su rostro cada vez que me mira. Me merezco un
amor verdadero y épico, que tenga todo lo anterior. Me merezco ser el
sueño hecho realidad de alguien, y no alguien que me da por sentado.
Es por esa razón que no busco a un
hombre cuya vida gire en torno a mí, pero sí quiero ser su primer pensamiento
al despertar. Al acostarse nunca, porque yo espero estar ahí, a su lado, en el
último parpadeo que tenga en su día. Que si sueña conmigo, el sueño le
parezca mediocre comparado con la realidad vivida conmigo, durante todo el
día.
Es difícil amar hasta cierta medida a
alguien, siempre llegamos a un punto en el que el amor se vuelve obsesión,
queremos ser dueños de esa persona, pero no hay nada más bonito que esa persona
pueda elegir y que siempre te elija a ti, cada bendita mañana.
Que nunca dude que lo deseo en todo
momento, pero que tampoco me tenga segura. Cuando estamos seguros de algo
o de alguien, deja de tener la misma importancia. Somos así de absurdos.
Cada día debería ser una conquista
nueva, un nuevo cruce de miradas, un primer beso (aunque ya me haya dado miles)
una primera sonrisa tímida, un primer roce que me deje la piel de gallina y con
ganas de decir que no pare, que no se detenga nunca.
Tampoco quiero que me confunda con
una chica trofeo. Me gusta arreglarme, ponerme guapa, mirarme en todos los
espejos, pero no por ello quiero que sólo me saque de paseo, ni que alardee de
mí o que me busque solo cuando el tenga ganas.
No hay nada más gratificante que
presuman de ti, por supuesto, pero también que te disfruten a solas, sin nada
más que un pijama…o ni siquiera eso.
Tampoco quiero que sea correcto en
todos los aspectos de su vida, porque tampoco yo lo soy… no podría estar con
alguien al que le falte un poco de esa locura, un poco de “eso no se puede
hacer, pero qué importa!”, un poco de romper las normas y los prejuicios, pero
que cuando tenga que tener cabeza…la tenga por los dos.
O sea, que sea tan loco para
encantarme, pero que ame mucho a Dios y sea tan caballero para cuidarme. ¿Será
mucho pedir?
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